11.1.10

Epílogo a Pandillas 2473

Pensé un arcabuz, una pistola láser.

Las benditas P. como un “etc.”([1])


por Marcos Arcaya Pizarro



Cuando la intención muere, algo otro puede hablar en la lengua, y ese algo otro es la verdad de la lengua -la lengua de la verdad-, es decir, la lengua misma, la lengua pura, su pura manifestación.


Elizabeth Collingwood-Selby


Hace tiempo conocí una versión preliminar de Las Pandillas 2473. Escribí mi propio “etc.” como parte de un conjunto bajo el nombre de 5cHILE, cruzando estas pandillas, cruzado por ellas, una de las razones para la invitación de Felipe a escribir este bucle en tono de epílogo, supongo… y pienso ahora también un arcabuz, una pistola láser, una fotocopia de sentido.


¿Por qué no simplemente evitamos ver

el cuerpo del pájaro muerto?


Sergio Rojas, en ocasión del congreso La Universidad Desconocida, señala que el neobarroco pone en crisis la soberanía del significado, pone en crisis la fe en lo real, concebida ésta a partir de una relación de fidelidad entre lenguaje y mundo. La relación nombre-cosa se hace a un lado en el neobarroco, en favor de una relación del nombre consigo mismo “en un proceso de proliferación significante”, dice. Sólo se presiente lo Real mediante el lenguaje que lo encubre, este mismo encubrimiento revela la existencia de lo Real tras lo real aparente. Se cree en lo Real mediante la aglomeración de lenguaje del neobarroco, lo innombrable se presiente en esa marejada de nombrar, en el descreimiento de su uso del lenguaje.


En Las Pandillas 2473 no se cree en el pájaro nombrado, sin embargo se nombra, no es posible otra cosa sino nombrarlo, verlo en ese nombrar, tocarlo casi, en función de una verdad que parece existir dentro/tras del ave, que es aquí “un amuleto, un caracol que al ponerse junto al oído cantaba nuestras historias personales-colectivas”. En el escepticismo, en los “detritos”, subyace entonces la fe, sólo así “comenzamos a escuchar todo lo que el caracol tenía que decirnos” [destaco en cursiva], que no es posible escuchar-leer-presentir sino apenas en un atisbo de esa totalidad, en la pura manifestación de la lengua, “sensación ardiente de la Nada” a través de lo que encubre-transparenta (la escritura), a través de los cuerpos invisibles de las pandillas de vidrio, a través de los diamantes, los hielos de las líneas de las manos, etc.


En este segundo acercamiento a las benditas P. expongo dos interrogantes que se cruzan, a saber, ¿cómo encorsetar un tejido como Las Pandillas 2473? ¿Para qué? Entonces, pese a todo, apunto: desde esta disyuntiva, desde el escepticismo, parece articularse el texto (la maraña) de L.P., poniendo en escena un lenguaje (des)armado a partir de lo excedente e impuro, una traducción, diríase, pero sin intención de comunicar, colindante a la abolición del mundo “entre las olas de un mar contaminado en el que flotan desperdicios de todo tipo”, ya desde la “basura solar”, “el parto de puñales” de la cita que abre el texto.


En otra parte destaqué este (no)lugar de enunciación en la escritura de Becerra en relación a Bagual, primera novela publicada del autor. Es en el escepticismo de estas pandillas donde resuena el seductor “etc.” referido por Cristián Huneeus en El Rincón de los Niños:


por su maravillosa capacidad de extender la serie de servicios hasta el infinito, llegando incluso, mediante deslices graduales de significado, a terminar con una modificación completa de la especie que enumera (p.28).


Los deslices graduales están, en parte, en los nombres que disipan la unidad de las voces, que disipan la coherencia de sus identidades, es cierto, las pandillas son (y no) también los niños holograma y son (y no) también el cóndor, el Antropólogo, la Adicta, etc., pero me importan más los deslices como constante en cada línea, en “la pregunta que vuelve una y otra vez a nuestras cabezas”, ésta es, “por qué, ¿por qué no simplemente evitamos ver el cuerpo del pájaro muerto?”.


“Desplazamientos como dentro de un acuario”, “libaciones celebradas con sabor a laberinto”, donde las pandillas se tocan, se confunden, historias pequeñas que se escriben desde y sobre el cuerpo carne-escritura, historias pequeñas mudadas, Historia con mayúscula, pero particular y secreta todavía, desde y sobre


sus propios rostros/ sus cuerpos/ deformados a golpes/ cubiertos de sangre/ y de miedo/ pero hermosos/ perfectos/ como cuerpos/ o esculturas/ de animales imposibles.


El “etc.” de la ciudad será el escenario primero: bajo el puente, a orillas del río, en un mall sin lugar para los monumentos, etc. A la par del “etc.” de la razón: en la locura, en el sinsentido, en los sueños, las visiones, etc. A la par del “etc.” del lenguaje: en las bromas/brumas, en los garabatos, en las cifras como “2473”, en los signos del zodiaco, en las cartas del tarot, etc.


L.P. es todo un “etc.”, subrayo ahora, un resto que provoca, un intento de disolución, un margen que genera otras proposiciones de lectura, huecos por llenar en el cheek to cheek significante, en el confundir, en el confundirse. El “etc.” es el margen trocado en centro en éstas Las Pandillas; lo que se nombra mundo es ahora un “etc.” de las benditas P.


“¿Por qué no simplemente evitamos ver el cuerpo del pájaro muerto?” La pregunta es la presencia constante de lo ausente. La mentada pregunta retorna cada vez; nada resuelve. El “etc.” es la puerta abierta (salvaje) de “la Catedral de los Misterios”.


La Ligua, Chile




[1]Llamo indistintamente al texto de Becerra las benditas P., L.P. y, cómo no, Las Pandillas 2473. Hago referencia directa y oblicua, además, en este circuito, principalmente, a “Literatura y escepticismo” de Pablo Oyarzún, “La cita” de Elizabeth Collingwood-Selby, "Representar la intensidad de lo Real: en torno a la imagen neobarroca" de Sergio Rojas, "Soledad Fariña: Hacia una poética del deseo" de Raquel Olea, “Firma, acontecimiento y contexto” de Jacques Derrida y a fragmentos de conversaciones sostenidas con Sebastián Herrera en relación a Las Pandillas 2473.





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