27.1.10

Galería de los Mártires Empalados

La faunita tiene el agrado de informarle que se ha dado inicio a la impresión de las más de 200 páginas de Galería de los Mártires Empalados. Poesia del Reyno de Chili ochocientos años ha de acaecido su Descubremento, primera muestra de poesía de nuestra manada. El libro será obsequiado durante el viaje que algunos delegados de La faunita realizarán por toda Bolivia.

Dentro del libro, el escuadrón se desordena en la suerte que sigue: Camilo Herrera Miedo (Lican Ray, 1986), Agustín Hidalgo (Santiago, 1986), Andrés González (Puerto Varas, 1986), Ignacio Elizalde (Santiago, 1986), Felipe Becerra Calderón (Valdivia, 1985), Florencia Edwards (Santiago, 1987), Maori Pérez (Santiago, 1986), Nicolás Said (Puerto Varas, 1986).

Pronto el libro estará disponible en las peores jugueterías del país.

Atte.

La faunita

13.1.10

Niña-pez de La faunita gana premio literario

La manada celebra el Primer Lugar obtenido por Florencia Edwards (Santiago, 1987), niña -pez de La faunita, en el Concurso ¿Cuánto vale el Verso? Si bien el título del concurso, es cierto, no puede ser más horrible, el título de la obra ganadora y la obra misma es de lo más alucinante de nuestra pandilla: Ya no van a haber más robots: Historias de Motel. Además, el premio del concurso es, nada más y nada menos que "la edición del libro bajo gráfica Lom y bajo edición de la Universidad Central y Cultura a la Vena".

En la foto, Florencia siendo joteada por Sr. Erick Polhammer, miembro del Jurado


El libro aparecerá, esperemos, en marzo de este año. Más información y algunos poemas de Ya no van a haber más robots: Historias de Motel, aquí.

¡Abrazos de leones chinos y dragones aztecas!

11.1.10

El big bang de la faunita


El big bang de La faunita fue la intervención del día 21 de septiembre de 2009: Siempre en llamas. En ella participaron Maori Pérez, Agustín Hidalgo, Ignacio Elizalde y Felipe Becerra. Más información, aquí. Uno de los poemas leídos en la intervención fue publicado en Revista Trifulca, Nº6, México D.F.: dic. 2009.



En la foto (siempre horripilantes), de izquierda a derecha:
Nicolás Said, Felipe Becerra, Agustín Hidalgo e Ignacio Elizalde
(faltan: Maori Pérez, Florencia Edwards, Andrés González y Camilo Herrera Estai)

Epílogo a Pandillas 2473

Pensé un arcabuz, una pistola láser.

Las benditas P. como un “etc.”([1])


por Marcos Arcaya Pizarro



Cuando la intención muere, algo otro puede hablar en la lengua, y ese algo otro es la verdad de la lengua -la lengua de la verdad-, es decir, la lengua misma, la lengua pura, su pura manifestación.


Elizabeth Collingwood-Selby


Hace tiempo conocí una versión preliminar de Las Pandillas 2473. Escribí mi propio “etc.” como parte de un conjunto bajo el nombre de 5cHILE, cruzando estas pandillas, cruzado por ellas, una de las razones para la invitación de Felipe a escribir este bucle en tono de epílogo, supongo… y pienso ahora también un arcabuz, una pistola láser, una fotocopia de sentido.


¿Por qué no simplemente evitamos ver

el cuerpo del pájaro muerto?


Sergio Rojas, en ocasión del congreso La Universidad Desconocida, señala que el neobarroco pone en crisis la soberanía del significado, pone en crisis la fe en lo real, concebida ésta a partir de una relación de fidelidad entre lenguaje y mundo. La relación nombre-cosa se hace a un lado en el neobarroco, en favor de una relación del nombre consigo mismo “en un proceso de proliferación significante”, dice. Sólo se presiente lo Real mediante el lenguaje que lo encubre, este mismo encubrimiento revela la existencia de lo Real tras lo real aparente. Se cree en lo Real mediante la aglomeración de lenguaje del neobarroco, lo innombrable se presiente en esa marejada de nombrar, en el descreimiento de su uso del lenguaje.


En Las Pandillas 2473 no se cree en el pájaro nombrado, sin embargo se nombra, no es posible otra cosa sino nombrarlo, verlo en ese nombrar, tocarlo casi, en función de una verdad que parece existir dentro/tras del ave, que es aquí “un amuleto, un caracol que al ponerse junto al oído cantaba nuestras historias personales-colectivas”. En el escepticismo, en los “detritos”, subyace entonces la fe, sólo así “comenzamos a escuchar todo lo que el caracol tenía que decirnos” [destaco en cursiva], que no es posible escuchar-leer-presentir sino apenas en un atisbo de esa totalidad, en la pura manifestación de la lengua, “sensación ardiente de la Nada” a través de lo que encubre-transparenta (la escritura), a través de los cuerpos invisibles de las pandillas de vidrio, a través de los diamantes, los hielos de las líneas de las manos, etc.


En este segundo acercamiento a las benditas P. expongo dos interrogantes que se cruzan, a saber, ¿cómo encorsetar un tejido como Las Pandillas 2473? ¿Para qué? Entonces, pese a todo, apunto: desde esta disyuntiva, desde el escepticismo, parece articularse el texto (la maraña) de L.P., poniendo en escena un lenguaje (des)armado a partir de lo excedente e impuro, una traducción, diríase, pero sin intención de comunicar, colindante a la abolición del mundo “entre las olas de un mar contaminado en el que flotan desperdicios de todo tipo”, ya desde la “basura solar”, “el parto de puñales” de la cita que abre el texto.


En otra parte destaqué este (no)lugar de enunciación en la escritura de Becerra en relación a Bagual, primera novela publicada del autor. Es en el escepticismo de estas pandillas donde resuena el seductor “etc.” referido por Cristián Huneeus en El Rincón de los Niños:


por su maravillosa capacidad de extender la serie de servicios hasta el infinito, llegando incluso, mediante deslices graduales de significado, a terminar con una modificación completa de la especie que enumera (p.28).


Los deslices graduales están, en parte, en los nombres que disipan la unidad de las voces, que disipan la coherencia de sus identidades, es cierto, las pandillas son (y no) también los niños holograma y son (y no) también el cóndor, el Antropólogo, la Adicta, etc., pero me importan más los deslices como constante en cada línea, en “la pregunta que vuelve una y otra vez a nuestras cabezas”, ésta es, “por qué, ¿por qué no simplemente evitamos ver el cuerpo del pájaro muerto?”.


“Desplazamientos como dentro de un acuario”, “libaciones celebradas con sabor a laberinto”, donde las pandillas se tocan, se confunden, historias pequeñas que se escriben desde y sobre el cuerpo carne-escritura, historias pequeñas mudadas, Historia con mayúscula, pero particular y secreta todavía, desde y sobre


sus propios rostros/ sus cuerpos/ deformados a golpes/ cubiertos de sangre/ y de miedo/ pero hermosos/ perfectos/ como cuerpos/ o esculturas/ de animales imposibles.


El “etc.” de la ciudad será el escenario primero: bajo el puente, a orillas del río, en un mall sin lugar para los monumentos, etc. A la par del “etc.” de la razón: en la locura, en el sinsentido, en los sueños, las visiones, etc. A la par del “etc.” del lenguaje: en las bromas/brumas, en los garabatos, en las cifras como “2473”, en los signos del zodiaco, en las cartas del tarot, etc.


L.P. es todo un “etc.”, subrayo ahora, un resto que provoca, un intento de disolución, un margen que genera otras proposiciones de lectura, huecos por llenar en el cheek to cheek significante, en el confundir, en el confundirse. El “etc.” es el margen trocado en centro en éstas Las Pandillas; lo que se nombra mundo es ahora un “etc.” de las benditas P.


“¿Por qué no simplemente evitamos ver el cuerpo del pájaro muerto?” La pregunta es la presencia constante de lo ausente. La mentada pregunta retorna cada vez; nada resuelve. El “etc.” es la puerta abierta (salvaje) de “la Catedral de los Misterios”.


La Ligua, Chile




[1]Llamo indistintamente al texto de Becerra las benditas P., L.P. y, cómo no, Las Pandillas 2473. Hago referencia directa y oblicua, además, en este circuito, principalmente, a “Literatura y escepticismo” de Pablo Oyarzún, “La cita” de Elizabeth Collingwood-Selby, "Representar la intensidad de lo Real: en torno a la imagen neobarroca" de Sergio Rojas, "Soledad Fariña: Hacia una poética del deseo" de Raquel Olea, “Firma, acontecimiento y contexto” de Jacques Derrida y a fragmentos de conversaciones sostenidas con Sebastián Herrera en relación a Las Pandillas 2473.





La faunita



La plaga: no como una ola que sumerge a la roca, sino como el agua que se infiltra y enmohece las habitaciones. Bichos invisibles, animales microscópicos, vibrante crepitar de ácaros: el enjambre sin abejas se esparce como puro áspero zumbido.

Cada vez indefinible, mutante acelerada, La faunita irrumpe en la lisura del silencio –La llanura de los 0’s- con la urdiembre de una escritura que rehúye tanto la Unidad de Libro como el pozo de los mudos –que no el de mutilados. Queda así empotrada en esa grieta:

¡hábitat del musgo, oh, moroso moho luminoso!
.
No se adquiere con el oro: poroso su tejido, el intercambio será de cambalache, amén de obsequio. Que no el de mutilados: poroso su tejido, sí, siempre mocho su contorno.

Al principio –pero no hay principio: Pandillas 2473 (en las peores jugueterías del país) ya fue impreso por La faunita impresionante.

Por último –pero no hay principio: algunos animales presienten terremotos y tsunamis a través de ondas magnéticas imperceptibles al humano. Momentos antes del terremoto de 1985 una manada de potrillos cruzó por el centro de Santiago corriendo despavorida.

Hoy el aire se ioniza (desenlace mocho).



Treat or trueque: ¡se acepta sólo cambalache!